Retales de mi vida

Tan bello es caer a tus pies...

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Location: Monterrey, Mexico

Fascinante. Apasionada. Creativa. Detallista. Sensible. Irónica. Sarcástica. Soberbia. Exigente. Divertida. Autosexual. Encantadora.

Wednesday, July 04, 2007

Diálogos a la luz de una vela


¿Cómo aprendiste a hacer el amor? ¿Lo hiciste o te lo hicieron?
Aprendí sola. Así que si no te gusta cómo lo hago, sólo hará falta decírmelo.
¿Y si me gusta? ¿Dónde felicito y a quién? ¿A tus manos? ¿A tu piel? ¿A tus pechos? ¿A tu aliento? ¿A tu entrega? ¿A tu boca? ¿A tu ternura? ¿A tus pies? ¿A tu esencia de mujer? ¿A tus vellos? ¿A tu dormir cansada después de hacerme mujer? ¿A quién? ¿Al trago de agua antes de entrar a la habitación? ¿Al cigarro que no me dejaste prender? ¿A la música que no paraba de sonar?
A ti. Sólo a ti.

LSM; Julio 3 de 2007

Monday, July 02, 2007

Lorena Sanmillán

Para Jóse
por su vehemencia y fe.
Lorena Sanmillán nació en el barrio madrileño de Lavapiés, lo más castizo de la capital española, lugar donde viví por espacio de siete meses. Llegué a Madrid agotada por los cambios de horario, pero Grace insistió en que debía comer algo. Entonces conocí el Sanmillán, un restaurancito de barrio. Aunque estaban por cerrar, nos recibieron de buena gana.
El sitio era encantador, familiar, económico, pintoresco. De inmediato me enamoré de él. Me convertí en una más de sus comensales. Cuando iba, usualmente me llevaba algo para leer, ya fuera un libro, un periódico o una revista. Tengo esa manía, todos en mi casa hacemos lo mismo: comer y leer. Cuando no leía, me llevaba algo para escribir. El caso era hacer dos cosas a la vez. Disfruto mucho escribir cartas y la hora de la comida me parece un gran momento para ello. Siempre llevaba algo para hacer.
Un buen día decidí entrar a un concurso de cuentos y me pedían un seudónimo para registrarlos. Seleccioné e imprimí mis escritos pero nada se me ocurría para el alias. Y así me fui a comer, confiando que durante el trayecto se me ocurrirá algo. Me llevé sólo mis escritos impresos ya en el sobre para enviarlos faltándoles únicamente el seudónimo que habría de identificarlos. El mesero de inmediato me vio sin nada para leer o escribir y dijo de inmediato ¿Pero es que tú hoy no te piensas hacer nada? ¡Ezo es como el Apocalipsis! Le respondí que buscaba un seudónimo para entrar a un concurso. ¡Ah, pues nada más fázil!, Tú escoges un nombre, como te habría gustado llamarte, se lo pones ahí, y pues nada, que ya está! Como si fuera tan fácil. Me había pasado toda la mañana pensando en cómo ponerme y resultaba que el tipo, Jóse, me solucionaba el asunto en menos de un minuto con un sólo comentario.
Trajo mi primer plato, yo comía y él iba y venía por las mesas del restaurante. Incansable: levantaba pedidos, llevaba los platos a la barra, bromeaba con los demás clientes, gritaba más que hablar. En medio de todo este barullo yo pensaba y repensaba y ningún nombre me gustaba. ¿Ya eztá? No. Todavía no. Él iba y venía, acosándome. Pues a ver, que esto no puede estar tan difízil, ¿cómo te habría gustado llamarte? Lorena. Es un nombre que siempre me ha gustado, no sabría explicar con exactitud por qué. Me encanta su sonido, me parece sexy y también disfruto que sea una ciudad. Pues suena bien, tú te pones Lorena y ya eztá. ¿Pero si hay otra Lorena? Pues nada, que le pones un apellido u otro nombre y ya. Entonces pensé en mi segundo apellido, Rivera, Lorena Rivera, pero tampoco me satisfacía. Y así estuve haciendo varias combinaciones. El nombre de mi calle, el de mi madre, mi guitarra, el mes en que nací.
Cuando trajo el segundo plato, él seguía opinando, dándome opciones. Pues Lorena Sofía, como la Sofía Loren, pero al revés, o Sofía como la Reina. Pero no terminaba de gustarme. Seguí con mis pensamientos y terminando mi comida. De pronto el hombre se dejó venir desde el fondo del restaurante ¡Ya, que ya lo tengo, que ya lo tengo, pero es que ya lo tengo! Todo emoción, se pone en la orilla de la mesa, apoyando sus manazas en los extremos y dice Tú dale que te pones Lorena -y entonces señaló el letrero del restaurancito- San-mi-llán, tú vas y ganas ese concurso, entonces te entrevistan, tú les dices que te llamas así por mi restaurante, y ¡hala! que los mandas a comer aquí y de todo esto resulta que ¡Yo me hago rico!
Todo esto lo dijo a puro grito temblando de efusivo. Me convenció su vehemencia, su fe en mis escritos, aunque nunca los hubiera leído. Sólo sabía de mí quesque era escritora porque me veía hacerlo en su restaurante. Más nada. De inmediato tomé mis papeles y puse ese nombre en el sobre, delante de él. La comida de ese día me salió gratis y de ahí me fui a depositarlos en un buzón. No gané ese concurso; pero el nombre se quedó y desde entonces soy y siempre seré Lorena Sanmillán.
LSM; Julio 2 de 2007